Desde niña me ha chiflado todo lo que venga de Oriente en especial de Japón, hay una técnica llamada Kintsukuroi (金繕い?) que en japonés quiere decir reparación de oro, que no sé porque razón siempre me llamó mucho la atención y hace poco le encontré "mi significado".
Los japoneses tienen una filosofía donde plantean que las roturas y reparaciones son parte de la historia de un objeto, que deben mostrarse en vez de ocultarse y por eso reparan los objetos rotos rellenando su grietas con barniz de resina mezclado con polvo de oro, plata o platino. Esta filosofía propone que en lugar de ocultar los defectos o grietas, se deben realzar, darles vitalidad y eso los vuelve más hermosos porque se han convertido en la prueba de la imperfección y la fragilidad, pero también de la resiliencia, la capacidad de recuperarse y hacerse más fuerte.
Pensando en ello, comparé a las personas que sufrimos fibromialgia.
Nuestros brotes, son las grietas que reparamos a base de fármacos.
Salimos de cada brote frágiles, pero tenemos la capacidad de volver a ser fuertes y hermosas.
Somos imperfectas, pero cada imperfección nuestra, es una historia de dolor que hemos superado
La resiliencia nos haces capaces de sobreponernos a momentos críticos y adversos.
En la historia de mi vida hay muchas grietas, quizás demasiadas, grietas de dolor, de fatiga, de insomnio, de parestesia, niebla mental... en un tiempo eso hizo que me sintiera rota, me costó mucho, pero al final he encontrado mi Kintsukuroi, y relleno mis grietas con una mezcla de personas fantásticas que siempre están ahí cuando las necesito, una fe ciega en mi médico que intenta siempre darme buenas soluciones, espolvoreado con mi optimismo y mis ganas de vivir.
Aplicar este arte a nuestras vidas puede ser muy positivo, no hay que esconder grietas porque son parte de nuestra historia, no hay que esconder a nadie que padecemos una enfermedad que a veces aunque no se vea está ahí, porque nuestra mirada turbia, nuestros gestos lentos, nuestra manera de caminar cansina, nuestros pequeños quejidos a veces inapreciables, nuestra poca energía que no nos deja ni que la voz salga para mantener una conversación, por mucho que los queramos tapar, nos delatan, así que píntalas de oro, de morado, de rojo, del color que quieras y muéstralas al mundo.
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